El dilema del fútbol: ¿dinero o pasión?
El discurso de que en el fútbol
lo único importante es la plata se nos ha metido como por ósmosis en la cabeza.
Y ver la forma indolente como funcionan
algunos equipos y algunos futbolistas que valen millones de dólares parece
confirmarlo.
Sin embargo, sigo creyendo que hay motivos
para mantener la esperanza. La esperanza de que todavía existan profesionales
de este deporte que aún lo sienten como cuando eran niños. La esperanza de que
la gloria y los colores no son un mero discurso romántico de algunos pocos
rezagados.
Esta semana el A. C Milan verá
cómo cuatro de sus futbolistas insignia dirán adiós al equipo. Alessandro
Nesta, Gennaro Gattusso, Filippo Inzaghi y Clarence Seedorf se despedirán del equipo
rojinegro después de más una década defendiendo los colores del conjunto de San
Siro. Los cuatro sobrevivientes de
aquellos “senadores” –como los llaman
los hinchas del Diablo- que marcaron una época al mando de Ancelotti; al lado
de Shevchenko, Maldini, Kaladze, Costacurta, Rui Costa y unos cuantos más, dirán
adiós. Es esta la coyuntura que motiva este post.
Esos cuatro nombres mencionados
anteriormente son la muestra de que existen dos tipos de futbolistas: los que
piensan en la cuenta bancaria y los que piensan en las vitrinas de sus equipos.
Los primeros saben que corriendo o no, jugando bien o no, sus chequeras van a
seguir intactas. Los segundos saben que la gloria viene con el triunfo, y
entrenan todos los días pensando en retribuir a sus equipos y a los hinchas el
cariño que les brindan. Los de este segundo grupo son aquellos que han escrito
la historia.
Es verdad, no lo niego: no tiene
nada de malo pensar en el dinero. Al fin y al cabo, de algo hay que vivir. Más cuando
toca sostener a una familia. Lo que digo es que si se tiene el privilegio de
ejercer una profesión que por lo menos la mitad de la humanidad (bueno, para no
exagerar: por lo menos la mitad de los varones) alguna vez soñamos con tener,
habría que pensar un poco más en ella. Al fin y al cabo, en los pies de los
futbolistas residen las ilusiones de millones de personas, y existen pocas
cosas que generen tanta identificación como un equipo de fútbol.
Nesta, Seedorf, Gattusso e Inzaghi son un ejemplo en todo sentido. Porque supieron
que representar a un club implica encarnar los valores que éste predica. El
Milan resume los suyos en tres palabras: “Passione, Cuore, Vittoria,” (pasión, corazón,
victoria). Si ha habido futbolistas apasionados, esos son “Rino” y “Pippo”. Bastaba
ver sus gestos en la cancha, sus maneras de celebrar los goles, para entender
que vivían el fútbol de una manera única. Nesta y Seedorf: puro corazón con esa
clase y esa caballerosidad que derrochaban en la cancha. La recompensa para los
cuatro fue la misma: la victoria. Dos veces campeones de Europa. Y por si fuera
poco, una Copa del Mundo para los tres italianos.
El fútbol es un negocio. Bastante
lucrativo, dicho sea de paso. Pero si la mitad de los futbolistas entendieran
este deporte como lo hicieron estos cuatro maestros, muchas cosas cambiarían.
Y el amor por los colores, el respeto por el equipo, el entender que un club
representa a millones de personas, y la conciencia de que no da lo mismo esforzarse que no
hacerlo, volverían de nuevo a correr por los terrenos de juego.
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