¿Risa, rabia, vergüenza o ganas de llorar?



Dos partidos jugados, dos resultados inesperados, y el castillo de la ilusión mundialista derrumbado, por lo menos hasta el próximo mes. El entrenador y los jugadores de la Selección Colombia le han dado al mundo futbolístico una lección de las cosas que tiene que hacer y dejar de hacer un equipo para dejar el nombre y la imagen de su país por el piso.


Lo del partido contra Uruguay fue, para muchos, inesperado. Aunque muchos no estábamos de acuerdo con la convocatoria y la forma de jugar que traía la Selección, previo al partido el sentimiento patrio era superior al pesimismo, y muchos nos ilusionábamos con una victoria. Pero nuestro Director Técnico, para hacerse digno merecedor de esa derrota humillante, no tanto por el marcador, pero si por el fútbol mostrado, comenzó mal lo que había de terminar mal: planteó una propuesta ultra-táctica, ultra-defensiva, con una ultra-marca, en fin, ultra-todo lo que Pinto ha plasmado en sus equipos a lo largo de su carrera. Pero el seleccionador no se dio cuenta que estaba en Bogotá, que estaba en el Campín, que las más de 30.000 personas que estaban en el estadio vestidas de amarillo lo habían ido a apoyar a él, y que todo equipo en la altura, llámese como se llame, viene primero a esperar antes que a proponer. Aún así Pinto arranca con tres volantes de marca y un sólo creativo, simplemente porque él siempre ha demostrado que se preocupa más por lo que puedan hacer los otros que por lo que su propio equipo está obligado a generar. Pinto tenía miedo de lo que pudieran hacer Forlán, Suárez o Rodríguez, y no se preocupaba tanto de lo que tenían que hacer su pupilo Rodallega, su esclavizado Giovanni o su falto de confianza Falcao. Y el partido lo demostró: un equipo Uruguayo que arranca lento, especulativo; y un equipo colombiano que arranca a tomar el balón, pero con más miedo a equivocarse que deseos de acertar. Los jugadores estaban nerviosos, sólo deseaban no tener el balón en sus pies, sentían temor del posible abucheo ante un error, y no se atrevían, si se puede decir de esta manera, a atreverse. Viene el gol uruguayo y con ello el fin del partido, aunque faltasen 75 minutos. Porque después del gol, inesperado para todos, Colombia se pone más nervioso, se desconcentra, no genera fútbol, tiene la cabeza puesta en el minuto 90 cuando el arbitro pite y la decepción llegue. Nuestros jugadores son pobres mentalmente, no están mentalizados para sobreponerse a una derrota, a un gol en contra, tienen más deseos de no perder que deseos de ganar. Es por eso que el trámite del partido se dio como se dio, con un Colombia errático, sin fútbol, sin llegadas, sin media distancia, sin volantes que acompañen a los delanteros, con Giovanni ultra-solo en el medio campo, con Rodallega pendiente de sus trencitas y Falcao pagando los platos rotos, con un Pinto con más gritos que ideas, siempre con el mismo libreto, la misma forma de juego, las mismas formaciones y los mismos cambios; y un Uruguay que mostró todas sus mañas para quedarse con un partido en el que le bastó correr mucho para ganar fácil.


El partido terminó y los hinchas salieron más fríos que la fría noche bogotana.


Vino luego el partido contra Chile. Algunos escépticos, otros con esperanzas nuevas, pero todos con el deseo de ver una Selección totalmente distinta a la vista el sábado por la noche, y los cambios prometidos por Pinto daban vida a esa nueva ilusión. Comenzó el partido, y Colombia los primeros 25 minutos corría, metía, no dejaba jugar a Chile y no jugaba ella, pero al fin y al cabo dejaba satisfechos a los hinchas, y a un hasta ese momento sonriente Jorge Luis Pinto. Luego vino el gol, y con él el derrumbamiento de la fortaleza montada por Pinto, que sólo llevó a Santiago el libreto de "cómo empatar de visitante", pero dejó en la repisa de su casa el "manual sencillo y práctico para meter un gol", y el "cómo NO jugar sólo a la defensiva". Y como Pinto sólo fue a Chile pensando en cómo evitar los goles, cuando estos empezaron a llegar se descontroló completamente, porque entre sus planes no estaba el de marcar los suyos propios. La consecuencia, la misma que ante Uruguay, pero con un rival más ambicioso al frente: Colombia nerviosa, errática, sin fútbol, sin agarrar el balón para nada, incapaz de frenar el ataque chileno. El resultado: 4 regalitos de Bielsa y sus muchachos, que se ensañaron con los pobrecitos, acomodaditos, perezositos y con los bolsillitos llenitos de platica del profesor Pinto.


El martes se define si se cambia de técnico, y aunque todo lo anteriormente dicho no parezca coherente con esta idea, pienso que es necesario que no se piense en cambiar de técnico, porque el cambio no viene con la sustitución de nombres, sino que hay que pensar en modificar radicalmente la mentalidad del jugador, del hincha, del entrenador y del periodista colombiano. No podemos seguir celebrando con bombos y platillos cada 5 de Septiembre por los cinco goles que le hicimos a Goycochea, no podemos seguir viviendo de las estadísticas previas que tiene cada partido, porque cada vez que hay partido de Colombia publicamos en todos los periódicos los años, los meses, las semanas, los días, las horas, los minutos y los segundos que lleva ese rival sin ganarnos de local o de visitante. Tenemos que dejar de lamentarnos porque el Pibe ya no está en la cancha sino en las propaganda de las papitas, por favor, dejemos de pensar en pasado, llenemos a nuestros jugadores de ambición, de deseos de triunfar, hagamos que el recuerdo del Palomo y del Tino susciten en los jugadores de ahora deseos de ser mejores que ellos, pero inculquémosles también que perder es posible, que el gol en contra puede darse, y que al fútbol no se puede jugar si uno entra a la cancha con más miedo a perder que hambre de ganar.



En fin, son dos derrotas que duelen, además, está claro que sólo cuando se pierde se dicen las cosas malas, que seguramente si a "RodaGol", o mejor dicho, ¿RodaGol? le hubiera entrado alguna pelota ésta columna no tendría ninguna validez, porque estaríamos exultantes de gozo por una victoria colombiana, pero las cosas son como son, y el fútbol mostrado por Colombia desde la Copa América, a pesar de los resultados en las primeras seis fechas de las eliminatorias, nos viene mostrando que hay que hacer un cambio radical, de fondo, en la concepción futbolística de nuestro medio, porque realmente ver jugar a Colombia no se sabe si da risa, rabia, vergüenza o ganas de llorar.


Concluyendo entonces, que Pinto siga hasta Octubre, y que contra Paraguay y Brasil se termine de clavar el puñal y nos deje afuera de otro Mundial , o que por el contrario, y ojalá así sea, demuestre que lo visto la semana pasada fue simplemente un resbalón en medio del camino, y que él es el hombre para callarnos la boca y llevarnos directo a Sudáfrica.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Oiga, muy buena la columna, pero creo que toca actualizarla porque ya sacaron a Pinto. Qué se espera de Lara? será que va a llenar de "novatos" a la Selección? y eso que casi siempre los "novatos" le meten más ganas a los partidos y a la camiseta que los mismos veteranos, no?
Zuleta
Anónimo ha dicho que…
Muy buena. por la pregunta, hay que llorar, reir y algunas veces hasta agachar la cabeza de verguenza. Me gusto el escrito que está al lado de la columna.

¿CÓMO VAS A SABER QUERIDO AMIGO, CÓMO VAS A SABER LO QUE ES LA VIDA, SI NUNCA, JAMÁS, JUGASTE AL FÚTBOL?
villa
Anónimo ha dicho que…
El viejo Mimis.

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