La FIFA nos roba la esencia
Hace poco tuve la oportunidad de ver un documental sobre Ayrton Senna, tres veces campeón de la Fórmula 1, uno de los mayores símbolos del deporte brasilero y para muchos amantes de los deportes de carreras, el mejor piloto que ha existido. Conmovedora la historia de este genio de la velocidad que dejó el mundo a los 34 años. Pero ustedes se preguntarán qué tiene que ver esto con el fútbol. La razón es ésta: el documental termina con una frase de Senna que se me quedó hondamente grabada. Al preguntársele, ya en la cúspide de su trayectoria profesional, cuáles eran las competencias que más recordaba, contestó algo así: “las carreras que más recuerdo son las de la época en que era piloto de karts. Allí no había política, no había dinero. Sólo estaba el piloto y su talento. Era mágico, pura pasión”.
Toda esta introducción para
manifestar un pensamiento que tengo guardado hace tiempo, y es que las autoridades del fútbol muchas veces
desvirtúan la esencia del deporte más hermoso del mundo. Tal cual como pasa y
pasaba en la Fórmula 1 en la época de Ayrton Senna.
Marcar gol es la apoteosis, el
momento culmen del fútbol. Pocas cosas pueden proporcionar tanta alegría como
marcar un gol. En el barrio, en la calle, en el potrero, en el Bernabéu, en Old
Trafford. El gol es la transportación al paraíso. El gol es lo que hace igual
al niño de la calle y a Lionel Messi. El gol es el fútbol en su estado más
puro.
Por eso me molesta tan
profundamente que a un futbolista se le reprima la euforia de cumplir el sueño
de niño de la mitad de los seres humanos,
que es marcar gol con un equipo
profesional. Eso hace que me parezca
ridícula la política de la FIFA de hacer que se amoneste a un futbolista por
quitarse la camiseta, que se me hace una
manera para aparecer políticamente correcta y no para garantizar el buen
desarrollo del juego. Como me parece estúpida e irracional –en el sentido de
que no capta la profundidad de las emociones humanas- la pretensión de que no
haya manifestaciones religiosas en el campo de juego. Y ambas cosas son
sancionadas con la excusa de garantizar la seguridad o para evitar motivaciones
a la violencia. Pero lo que genera violencia es la intolerancia, quizás las
emociones desmedidas. Pero nunca generará violencia señalar el cielo o ponerse
una camiseta interior que diga “I believe in Jesus” o “Feliz día, mamá”.
El fútbol es un deporte
tradicionalista por esencia. Por eso la FIFA se abstiene de usar tecnología
para ayudar a los árbitros en la toma de decisiones. Blatter ha dicho mil veces
que el error humano hace parte del juego. Eso está clarísimo, y es supremamente
válido. Pero ese mismo discurso que valora la esencia del deporte se convierte
en incoherente cuando se toman este tipo de decisiones de corte político.
Colofón: algunos dirán que este
post está un poco anacrónico, siendo que esa decisión de la FIFA data de hace varios años. Pero es
que ver a Falcao y a Inzaghi celebrar cada gol como si fuera el primero aumenta
el sentimiento de impotencia que me genera ese intento por ahogar lo más bello
que tiene este deporte: el grito de gol. Más cuando se pone el mismo castigo por celebrar un gol sin camiseta que por agredir a un rival de manera brusca.
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