El Barcelona de Guardiola: cuatro palabras para la historia




El Barcelona de Guardiola. Bastarán estas cuatro palabras para que dentro de 20, 30, 50 años los aficionados al fútbol que hemos tenido la suerte de vivir esta época volvamos atrás en el tiempo y recordemos  a uno de los mejores equipos de la historia. Bastarán estas cuatro palabras para condensar el fútbol vistoso, arrollador, descaradamente ofensivo que desplegó el Barcelona durante estos cuatro años. Y que probablemente no volveremos a ver.

No soy aficionado al Barcelona. De hecho, me molestan profundamente los “nuevos hinchas” que se creen catalanísimos y ni siquiera saben en qué año se fundó el club. Pero eso es un tema aparte, ya tratado en este blog. El punto es que durante estos cuatro años el Barcelona fue, de lejos, por resultados y por juego, el mejor equipo del mundo. Y la culpa de esto tiene nombre propio: Josep Guardiola.

El Barcelona lo nombró en 2008 para sacar del fondo del mar ese Titanic en que se había convertido el equipo de Rijkaard. Un equipo imponente por fuera pero resquebrajado por dentro. Y el llamado fue para el inexperimentado técnico de las divisiones inferiores. Parecía una apuesta arriesgada. Pero en el  fondo no lo era tanto. Al fin y al cabo, el Barcelona no tenía demasiado que perder.

Todo lo contrario. Tenía todo por ganar. Y si no lo lograba, la culpa no sería de Guardiola. Sería de su inexperiencia y de los directivos que prefirieron confiar en un técnico demasiado joven. Y esa fue la mejor arma de Pep. Se valió de su nulo prestigio como técnico para apostarle el todo por el todo a una revolución. Una revolución que derivaría en dictadura. La dictadura de la posesión del balón.

De esta manera comenzaron a llegar las victorias. Y con ellas, los títulos, el reconocimiento mundial y el pavor de los rivales. El Barcelona era invencible.

Pero el fútbol, como los grandes imperios, es cíclico. Y Guardiola decidió dejar la corona con su reino en pleno esplendor. Sabe que los aficionados son volubles, y que una mala temporada podría borrar cuatro muy buenas. Sabe que del amor al odio hay un paso. Sabe que de haberse ido en las horas bajas su legado podría haberse olvidado tan rápido como el de su predecesor, que de la gloria de Paris pasó al oprobio del pasillo en el Bernabéu.

Fueron muchas las cosas positivas hechas por Guardiola en estos cuatro años. Los títulos y el reconocimiento así lo muestran. Pero para mí gusto, hay una que podría pasar desapercibida, y que el fútbol tendrá que agradecerle eternamente: hacer de Xavi y Lionel Messi los mejores jugadores del mundo.
Hasta hace cuatro años, Xavi era un jugador más. Un buen volante. Un tipo con técnica. Pero ni por accidente, un candidato a balón de oro. Messi era un crack. El mejor producto de La Masía. Un extremo rápido y con gol. Pero Kaká y Cristiano Ronaldo eran quienes se disputaban los balones de oro.

Es allí donde radica el legado de Guardiola: en entender que Xavi era un futbolista distinto, más inteligente que los demás. Y que Messi no era un simple delantero extremo, sino el candidato más firme a ser el máximo goleador de la historia del Barcelona. Y los nombró generales del ejército. Y ellos respondieron con creces.  Y con ellos, el emperador Guardiola conquistó Europa y el mundo.

Es por eso que hoy el fútbol debe estar de luto. Porque lo que terminó esta semana no es el ciclo de un técnico más. Es el epílogo de la mejor novela sobre fútbol que se ha escrito sobre un terreno de juego en mucho tiempo.

Colofón: es imposible conocer lo que pasará con el Barcelona al mando de Tito Vilanova. La apuesta por la continuidad me parece afortunada, pero la ausencia de Guardiola tendrá que pesar necesariamente. Esta situación se me hace parecida a la que vivió el Real Madrid hace 10 años, cuando Vicente del Bosque abandonó al equipo blanco después de haberlo hecho campeón de Europa 2 veces en 3 años. Después de eso, el Madrid vivió años oscuros. Sólo el tiempo dirá si con el Barcelona pasará lo mismo.

Comentarios

Entradas populares