El invitado de honor, el gran ausente

Las fiestas generalmente se hacen cuando existe un motivo o un invitado especial. Y para todos está claro, que el motivo por el cual la fiesta del fútbol existe, es por un convidado muy especial: el gol. El gol es la razón por la cual el fútbol existe, la mayor emoción y el mayor espectáculo, además de ser la motivación por la cual los hinchas van al estadio, a ver ganar a su equipo, lo cual se logra, evidentemente, marcando goles.



Pues bien, parece que en el fútbol colombiano el convidado de honor a los partidos cada vez se está viendo más desplazado. El promedio de gol sigue siendo bajísimo, cada vez los equipos juegan más a defenderse, y la razón es la misma que se le hacía notar a nuestra Selección en una de las anteriores columnas, y es que hemos perdido totalmente la mentalidad positiva a la hora de jugar al fútbol, es decir, los equipos temen más perder que lo que desean ganar, y esto hace que muchas veces sea prioridad evitar un gol por encima de marcarlo. Está demostrado que los sistemas defensivos, cuando son exitosos, son capaces de llevar, casi por sí solos, a un equipo a lograr un campeonato, pero de ninguna manera es aceptable que se esté empezando a pensar tan destructivamente, que el gol ya no sea lo primordial a la hora de jugar un partido , y que nuestro fútbol cada vez vaya perdiendo más su esencia por buscar parecerse al "fútbol moderno", el europeo, cuando la capacidad de nuestros jugadores no da para eso, sino para jugar como jugaba la Selección de la década de los 90, a tener el balón, a abrir espacios a través de los pases y a castigar al rival cuando se diera la primera oportunidad.










Una imagen cada vez menos común en Colombia



Además, cada vez se hace más notoria la falta de fundamentación de los delanteros que actúan en nuestro medio. Da tristeza ver como a todos esos jugadores que son traídos de la zona de Urabá, de Buenaventura, del Chocó, y de todas esas “minas”, de donde se sacan futbolistas por montones, no se les enseñan fundamentos básicos que debe tener un delantero: parar bien un balón, cabecear con técnica, saber domar el balón con el pecho, saberse mover y posicionarse en la cancha, en fin, tantas cosas que jugadores como Víctor Aristizábal y Faustino Asprilla hacían con maestría, y que hoy en día se han perdido en el horizonte. Los jugadores de la actualidad tienen la mentalidad de que el fútbol es correr rápido, chocar mucho y patear duro; les falta malicia, picardía, y la culpa es de aquellos que se han encargado de formarlos, y que deriva en la consecuencia de fondo de nuestro fútbol, que es la falta de mentalidad para afrontarlo como debe ser realmente, esto es, poniendo los pies bajo el dominio del cerebro, y no reemplazar el cerebro por los pies y tratar de pensar con ellos.



Es por esto que debe replantearse el trabajo de las divisiones inferiores, darle un real acompañamiento a los futuros profesionales, enseñarles a ver el fútbol con inteligencia, no primar el físico sobre el talento, y enseñarles fundamentos básicos, porque parar bien el balón es tan importante como saltar mucho y correr rápido, y chutar duro no sirve para nada si el balón va a terminar en la tribuna. Y sobre todo, debemos ser conscientes de lo que somos, no podemos pensar que estamos progresando porque nos estamos pareciendo al fútbol europeo; primero, porque eso es una reverenda mentira, y segundo, porque no tenemos la capacidad ni la forma de pensar de ellos. Tenemos que jugar a lo que sabemos, recuperar la astucia, los artificios, las "mañas", y, una vez recuperada nuestra identidad, plasmarla en la cancha para volver a poner al fútbol colombiano en los ojos de todos. Pero para esto hay que empezar abajo, en los juveniles, y con los que ya están en la profesional, por lo menos ayudarles en cuanto a lo psicológico para que se den cuenta de los errores que están cometiendo, y así reducir la cantidad de los mismos, generando entonces el verdadero progreso de nuestro fútbol, que se traduce en recuperar la alegría de este, porque, al paso que vamos, el invitado a la fiesta se va a terminar aburriendo, y no va a volver más por acá.

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