Dos viejos conocidos

Correrán ríos de tinta durante estas tres semanas. Por eso he querido poner por escrito estas líneas antes de leer nada. Es la final de la Champions, y por eso hay que abordarla con la inocencia del niño sin prejuicios y con la seriedad del hombre que sabe que lo que allí pase lo dejará marcado por muchos años. 

Y no me refiero a los jugadores. Me refiero a cada individuo del planeta fútbol, los únicos capacitados para valorar en su justa medida un encuentro de tal magnitud.

Esta final supone un punto de inflexión importante en mi generación, porque será la primera vez que se enfrenten dos entrenadores que no nos exigen excavar hasta lo más profundo de la memoria para recordarlos vestidos de futbolista. Al Cholo y a Zidane los conocemos, sabemos quiénes son, y sobre todo, sabemos quiénes eran. Son jugadores de nuestra adolescencia, vistos durante incontables fines de semana. No son Klopp, ni Allegri, ni Heynckes, ni Ancelotti, ni Mourinho, cuyos nombres conocimos cuando ya se sentaban en los banquillos. 

 Y ahora Zidane y Simeone entrenarán en la final de la Champions. Eso, si se me permite, es un hito en la vida del futbolero nacido al inicio de los años noventa.  

El tema es que el Atlético es el Cholo; mientras el Madrid no es Zidane. Y yo lo entiendo: ser el Cholo siempre va a ser más fácil, porque es más hacedero para nosotros los mortales. Zizou sólo hubo uno, como sólo hubo un Diego, un Pelé, un Cruyff. Cholos habrá siempre. 

¿Es esto un elogio para los blancos y un agravio para los colchoneros? En absoluto. A lo que voy con todo esto es a que estamos delante de dos entrenadores que saben lo que tienen para ofrecer, pero también lo que de allí pueden sacar sus futbolistas. El Cholo puede entregarse a sí mismo, porque es un caudillo que otrora fue soldado raso. Mordía, corría, gritaba, iba de un área a la otra. Y eso hacen sus jugadores, porque pueden y Simeone ha conseguido que quieran. Zizou componía sinfonías, pero esto, ni queriendo, se puede conseguir si no se nace con ello. Sabe que sus músicos no ejecutan como él, y se conforma con pedirles que interpreten la partitura escrita por otro. 

Simeone es pragmático porque nació pragmático y ser pragmático lo ha llevado a la cima. Zidane es pragmático porque nació poeta, pero toda vez que ahora es comandante, sabe que la guerra se gana con cuchillos y no con violines. Con Casemiros y no con Iscos. 

Algunos, los más románticos, consideran que la justicia poética por fin se hará presente y que Milán le dará al Atleti lo que Lisboa le robó en el último segundo. Otros, los más escépticos, recuerdan que el fútbol jamás ha sido justo, y no tiene por qué comenzar a serlo. 

Yo simplemente digo que estamos en mayo, uno de los mejores meses del año, en parte, sólo en parte, porque se juega la final de la Champions. 

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